De cómo me ofrecieron ser una mujer modelo
>> 29 may 2010
- ¿Sí?
- ¿Sí?
Os he mentido. Ya nada más tengo que perder, así que mejor canto. Ha sido una mentira por omisión, pero mentira gorda, de todas maneras.
Os dije que iba al gimnasio, o a los gimnasios, y os dejé creer que era para conservarme en la línea y quizás para hacer amistades, relacionarme, bueno, para lo que va todo el mundo, ¿no?
Cada vez iba menos; cada vez lo necesitaba menos. No, no es que Castos Anónimos me esté robando todo mi tiempo o 'curándome', sino que ya estaba cosechando el esfuerzo empleado y no necesitaba más que darme una vueltecita de vez en cuando.
Ayer a mediodía me acerqué a Chica's Fitness; el otro gimnasio, Hermafrodity Center, es para ambos sexos, así que suelo ir más a aquel.
Entré en el vestuario, después de saludar a mi recepcionista preferida, Irma, que tiene una belleza a lo Queen Latifah que me... ejem, llama la atención. Pero esta vez captó más mi mirada su aspecto: ¿pero qué había sido de su escote? ¡Los escotes de Irma revivirían a una lesbiana moribunda! Su canalillo ruborizaría al delta del Nilo... ¡qué potencia, qué tono, qué lozanía! Cada vez que pasaba junto a su mostrador (el mueble de recepción, no sus tetas), me daban ganas de meter ambas manos en su escote y ver hasta dónde llegaba... Pero vuelvo a soñar, disculpadme, y no hay tiempo ahora.
Irma llevaba un forro polar dos o tres tallas mayores que la suya y en lugar de escote mostraba una bufanda abueliconfeccionada con tres vueltas al cuello y los metros sobrantes amurallando su superdotada pechera. Raro, raro... La saludé desconcertada y entré en el vestuario.
Me gusta ir a mediodía porque todo es más lento. Las chicas se recrean al vestirse y desvestirse y no hay tanta gente, por lo que se respira un cierto ambiente de intimidad. Se habla menos de dietas y estrías y más de sexo. Sí, sexo. Con quien sea, pero sexo.
[Excurso: lo de las estrías lo he usado como remedio moderado en ocasiones. Cuando una chica mona cruzada de líneas blancas y moradas se queja de sus estrías, puedo aprovechar para decirle "pero qué va, no se te nota nada. ¿Dónde dices?, ¿dónde?", a lo que ella responderá dándome acceso a algún muslo rayado, pero muslo al cabo. Tocaré la piel de arriba a abajo, con sutileza, y le diré que qué exagerada, para pasar luego a recomendarle alguna crema y justificar mis atenciones. No lo he hecho demasiadas veces porque me siento algo miserable, pero es que la castidad eónica es muy mala...].
Ayer el ambiente en el vestuario era gélido. Y no solo porque las cuatro coleguillas mías que allí estaban vistieran (¡todas estaban completamente vestidas!) chándales de franela, calentadores, sudaderas anchísimas y pasamontañas. Nadie hablaba. Alguna se contorsionaba en lo que tardé en entender que eran movimientos para ponerse/quitarse la ropa interior sin asomar ni un centímetro de piel. Algo me dijo que no fijara intensamente la vista en ninguna. Supongo que eso me salvó.
-Hola, chicas. ¿Qué pasa hoy aquí? ¿Dónde están Mariana y Rosi? Es su hora, ¿no?
-Hola, Leren-, contestó muy bajito Piluca.
Me extrañó su tono, pero antes de que pudiera preguntarle si estaba afónica, saltó la orden tensa de Ana:
-¡Quieta! ¡Ni se te ocurra!
- ¡Pero si no he hecho nada! -me defendí.
Ni que decir tiene que me temí lo peor. Quizás dos chicas estriadas habían cotejado experiencias o qué se yo, habían advertido lo prolongado de mis miradas hacia según qué músculos, no míos.
- ¡Ni se te ocurra desnudarte!
Intenté una broma:
-Pero, mujer, que no tengo tan mal tipo... -pero no las tenía todas conmigo, así que intenté sacar mi voz más normalita- ¿Qué os pasa hoy a todas?
- Nos ven.
-Sí, claro, dios nos ve, ¿y qué?
- Que no están grabando, Leren -me espetó pelín histérica Lola.
- ¿Que qué?- me quedé si más palabras que esa sílaba. Me temblaron las rodillas, se me nubló la vista, me quedé momentáneamente sin respiración, sin lucidez, sin ná.
-¿Que qué? -repetí ante el silencio común, cuando pude recuperarme.
- Dionisio, el de mantenimiento, ha encontrado una cámara y micrófonos en el vestuario.
- Y la dueña se teme que haya más -añadió leña Lola a las palabras de Ana.
- Chicas, no sé qué decir.
Mide cada palabra, Leren, cuídate, me gritaba mi cerebro reptiliano. Me senté en un banquillo, afectadísima.
- Así que ya ves, aquí nos tienes, sin saber qué decir y sin atrevernos a enseñar ni un dedo.
-Llevan dos días peinando cada hueco del gimnasio, buscando aparatos e información. Ya no creemos que tarden mucho en encontrar al culpable.
-¿El?
Maldita sea, la pregunta se me escapó sin pensar.
- ¿Qué pregunta es esa? El, claro, ¿quién va a ser si no, una tía?
- No, no -me repuse enseguida-. Me refiero a que si saben ya quién es, si es el culpable o un culpable.
- Mira que eres rebuscá, Leren. Quien sea, pero que lo pillen ya, que esto es incomodísimo.
-Pues lo mismo ya estamos subidas al youtube... -Lola siempre tan positiva. Menos mal que nadie le hacía mucho caso. Si lo llega a pensar Ana, la inquisidora...
-¿Y por qué no estamos unos días sin venir, hasta que se aclare esto y este lugar sea del todo seguro?
Mi propuesta era sensatísima, pero inoportuna.
- ¿Estás tonta? A mí no me cabe todavía la túnica de nazarena, así que no voy faltar ni un día hasta el Viernes de Dolores, me graben lo que me graben. Total, lo tengo todo precioso...
Bendita Piluca, relajó la tensión y me dio unos segundos para pensar.
- Chicas, pues yo no sé. No vengo preparada, así que mejor me voy.
- Anda ya, yo te dejo el chándal de mi Antonio y entre todas hacemos un corrillo, como en la playa, y te cambias.
Imaginar el olor de su Antonio me dio arcadas, pero conseguí contestar con amabilidad que prefería volver más preparada al día siguiente. Y me despedí con cierta naturalidad de mis queridas compañeras de infortunio. Inverso.
Al salir, he visto a Dionisio inspeccionando un conducto de aire acondicionado, el muy cínico. Al volverse, me ha visto y me ha dedicado una amplia sonrisa. La bilis me ha llegado hasta las cejas. Dionisio no hablará, por la cuenta que le trae. Pero debí tomarme en serio sus amenazas. Si lo hubiera resuelto con transferencias mensuales, como me pidió, no me habría retrasado en el pago de febrero. ¡Estúpida!
Queridas amigas, no sé si volveré a Chica's Fitness. Pero siempre os llevaré conmigo. Grabadas.
Contemplo migrar.
Esta mañana me he mirado: normalita, cuarentona, rechoncha, pelo corto, gafas. No me engaño, el mercado está mal y encajo con la descripción de prototípica lesbiana madura grisácea, la que presenta mayores índices de castas de larga duración.
Tengo que marcar la diferencia y me faltan atributos. He ido a la peluquería, a la masajista (¡a aquella no!), a yoga, a Pilates, a aquagym, a retiros de ayuno, a Corporación Dermopesética, a Lourdes... Me he dejado el sueldo y las esperanzas.
Pero no abandono. Aún me queda la carta intelectual. He observado que la mayoría de lesbianas fracasadas tienen un blog. Ah, curioso, ¡son todas bloggeras! He mirado mi dominio (sí, solo aquí soy una dominatrix) y, mira por dónde, también es blogspot. Sin embargo, en mi segundo gimnasio (voy a dos porque no me dejan pasar más de cuatro horas al día en el primero) he conocido a una mujer excepcional. Es alta, esbelta, guapa, elegante. No preguntes qué hace en mi gimnasio de barrio: yo tampoco lo sé. La cuestión es que condescendió -¡gracias, dioses misericordiosos!- a tomarse conmigo un zumo de apio y arándanos que llevaba en el bolso mientras yo me jalaba sedienta un menos fashion, pero decente, aquarius. Le debí parecer inofensiva, porque habló con mucha naturalidad, con esa apariencia típica de rica, de estar metiéndote en su privilegiado círculo por unos minutos y que una se cree esos mismos minutos, hasta que el guindo te deposita en el suelo. Pero se me va la olla... debe de ser que me ha venido su olor tras el ejercicio, leve perfume, levísimo y caro sudor, ay... En fin, que charloteando sobre las relaciones e internet, me contó que ella también tenía un blog. Me quedé casi sin aliento ante tal fraternidad que nos convertía en pares en algo. Duró poco. Le pedí la dirección y me dijo que la apuntara si quería, pero que no me iba a interesar: lo usaba para mantenerse en contacto con un grupo de colegas especialistas en las visiones hildebrandinas, empeñados en recoger el testigo de Volmar -adaptado al siglo- con polémicas reediciones performativas. Dijo otras cosas que no entendí bien del todo, pero algo se quedó en mi oído: wordpress. ¡Lo sabía! ¡Esa era la diferencia! La lesbiana trinfadora bitacorina no es blogspotera, sino wordpressera.
He de irme de aquí. Ya.
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