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De cómo me ofrecieron ser una mujer modelo

>> 29 may 2010

- ¿Sí?

- ¿Lerendi?
- Sí, soy yo. ¿Quién es?
- Soy Irma, de Chica’s Fitness.
No me lo puedo creer. Irma, mi deseada Irma, la recepcionista del gimnasio femenino de mi barrio. La superlativa, exuberante, voluptuosa Irma. Irma, mi amor clitorónico.
- ¿Lerendi, estás ahí?
- Sí, sí, es que no te oigo bien, se me va la voz –se me va el aliento, más bien, pero me domino.
- Es que hace tiempo que no te veo por aquí, Lerendi. Y me he dicho, voy a llamarla, a ver qué tal.
Me las arreglo para arrastrar un taburete bajo mi trasero. Mis rodillas colapsan a tiempo. Irma me ha echado de menos, ha buscado mi teléfono y me ha llamado. Dios existe.
- Pues genial, Irma, como siempre, pero muy liada –miento con alegría y callo mis horas de facebook, twitter, mahjong titans, Amar en tiempos revueltos y vergonzante porno-. Y tú, ¿qué te cuentas? ¿Cómo andas?

Es pronunciar “¿cómo andas?” y recordar el bamboleo de sus generosas caderas y sentirme... Bueno, ya sabéis cómo me sentí. La más potente de las bomberas me habría parecido un esbocito de mujer frente a mi Irma, la Venus de Chica’s Fitness. Irma es la Hembra.

- Pues, nada, aquí todo el día con lo mismo, Lerendi, viendo gente pasar. Me muero de aburrimiento en la recepción, siempre igual, que si en qué sala es el Pilates, que si el agua de las duchas sale fría, que si los polvos que me ha dado la monitora me dan diarrea...
Menos mal que a la unión de polvo y monitora le ha seguido la escatología, que si no, me tienen que aplicar la RCP.
- Que si me han pasado el recibo dos veces, que si no sé qué, que si no sé cuánto... –la letanía sigue-. Vamos, un asco. Y la mayoría de la gente en plan borde. No como tú, Lerendi, que siempre da gusto hablar contigo.
¿Doy gusto? Por dios, Irma no sabe dónde se está metiendo. ¿O sí? Me obligo a no imaginar. Son demasiado años de sufrimiento y decepción.
- Y pues, eso, que te llamo para ver cómo estás y cuándo vas a venir a vernos.
Jodido plural. Bajo ligeramente a tierra.
- ¿Veros?
- Sí, a las chicas, al gimnasio. Mira, Lerendi, te voy a decir la verdad. Con la crisis y el recorte en los salarios, se han dado de baja la mitad de las funcionarias, con el cuento de que con el hambre que van a pasar no van a necesitar machacárselo aquí.
- ¿Machacárselo? –mi pregunta es apenas un suspiro.
- Machacarse el cuerpo, hija. Que dicen que se están quedando hechas unas sílfides, solo de quitarse las calorías de las cervecitas y las cenas con las amigas. Todas están ahora con la dieta de la endibia, que la vio Ana en una revista alemana ecológica a la que está suscrita. Y, claro, tiene a las otras controladas, contando hojitas. Y te digo yo, Lerendi...
Pero apenas la escucho. Alguien debería enseñarle a medir sus palabras. Se me vienen las imágenes que tengo grabadas de mis compañeras, con la voz profunda de Irma en off repitiendo ‘machacárselo’ a intervalos regulares. Tambaleándome, me levanto de la silla y avanzo apoyándome en respaldos, esquinas y quicios. Consigo llegar al baño, sacar un par de compresas supernight con alas del armarito y encajármelas con una sola mano. Entre las prisas y los nervios, me las he colocado con el adhesivo hacia arriba, pero creo que aún podrán contener algo.
- ¿Lerendi? ¿Oye?
- Sí, dime. Ya te digo, el teléfono este, que va fatal.
- ¿Qué te parece la oferta entonces?
¿Me ha hecho una oferta? ¿Cuál, cuándo, cuánto?
- Pues no sé...
- Tú ganas y yo gano. Yo tengo que retener socias, que si os seguís marchando todas me quedo de patitas en la calle..., y tú no pagarías nada por los tratamientos en los tres primeros meses. Ni la cuota, claro. Ni un solo euro.
Vale, no me ha llamado porque me echaba de menos. Aceptado. En fin, a ver qué le puedo sacar a esto. Lo mismo volver a verla me levanta la moral. Solo por eso, decido indagar.
- ¿Y por qué me ofreces esto a mí, Irma?
- Es que estamos en plena operación summer y la nueva directora tiene ideas muy creativas, de publicidad impactante. Se trata de encontrar a socias que sean especiales, como tú, Lerendi.
- Gracias, Irma, pero tampoco soy tan especial.
- Eres la persona idónea, Lerendi. Cuando me contó la directora lo que quería, pensé en ti antes que en nadie. Eres tan linda...
- Mujer, no es para tanto...
- Que sí, Lerendi, que tienes una combinación estupenda de simpatía y rechonchez que va quedar perfecta en la publi. Así que le he enseñado tu ficha a la directora y le ha encantado. Pesas 60 kilos y mides 1,50, lo que nos da un IMC del 26,7.
Bajo al subsuelo. Musito penosa:
- Ahora peso 66, es que...
- ¡Pues mejor! Espera que calcule... Estás entonces en 29,3. Solo tienes que seguir durante tres semanas un plan de ejercicios y dieta supervisado por nuestros especialistas y colaborar, nada de trampitas, ¿eh? Es muy fácil, ya sabes, fotos de antes y después, con un poquito de photoshop, para qué nos vamos a engañar, y todo gratis para ti: las seis horas diarias de ejercicio, los drenajes linfáticos, la gimnasia pasiva, los masajes anticelulitis, antiflacidez, y antitodo y la dieta de 425 calorías diarias. ¡Gratis, Lerendi!
- ...
- Además, la dire dice que se te puede presentar como un modelo de mujer moderna. No quiere enganchar solo a amas de casa, oficinistas aburridas y ejecutivas amargadas, sino a la verdadera mujer de hoy, la mujer independiente y activa, así que está como loca con que seas camionera.
- Taxista, soy taxista, no camionera.
- Bueno, pues fíjate que pensé... Taxista, da igual. ¿Qué me dices? ¿A que es genial?
Genial. De un genial que te cagas.
- Déjame que me lo piense un poco, Irma. Ya te llamo.
Y con una desencantada despedida, cuelgo.
El teléfono y la pared se encuentran.

Irma ya no es Irma, pero los restos de mi amor no me dejan calificarla. Algo en mí se ha roto.
Yo ya no soy yo, soy un IMC elevado y taxisto.
Me voy al baño y me desnudo. Recuerdo que no tengo espejo de cuerpo entero y me dirijo, culibaja, al dormitorio. Abro las puertas del armario y me contemplo en los dos espejos. No hace tanto fui una mujer deseable. No salvajemente deseable, pero tenía mi aquel. Ahora, el aquel está escondido bajo una capa de tocino que resulta francamente práctica en invierno, pero desoladora en casi verano, cuando todas las mujeres hermosas se desnudan en público: cuellos, espaldas, brazos, nacimiento de senos, cinturas, caderas, piernas y pies.... Pieles morenas y tersas, cuerpos inalcanzables expuestos a mi menesterosa vista.

Le he dicho 66. Mentira. Son 69 los que me devuelve la testaruda pantalla de la báscula, pero es un número que nos tienen prohibido en Castos Anónimos.
69.
69.
69, ea. A la mierda Castos Anónimos, a la mierda Chica’s Fitness. Yo, la casta Leren, soy una mujer de 69 grasientos, temblones y solitarios kilos.
Me agarro con ambas manos la capa de michelines primera, justo debajo de mis pechos (¿o eran ubres?; es que hacen las manos muy pequeñas ahora). Me pellizco la grasa de debajo de las axilas. Ignoro la cintura y las caderas. No se trata de morir de pena hoy.

La castidad no es ilegal, aunque debería. Es inmoral, porque atenta contra los derechos humanos. Y, sobre todo, engorda. Una barbaridad. Llega el verano y voy a peor. Esta decadencia corporal solo la arreglaría una dieta drástica o la compañía cotidiana de una multiorgásmica exigente e inagotable. Me vuelvo a mirar en el espejo; por adelgazar, sería capaz de arriesgarme a una inundación.

Despido a los últimos restos de mi dignidad. Sin multiorgásmicas a mi disposición, he decidido llamar a Irma y aceptar. Pero antes me voy a regalar una traca final. Aún desnuda, saco de su escondrijo las cintas de las chicas ligeritas de ropa (o sin) en el vestuario del gimnasio –qué bellos recuerdos- y un par de tabletas de chocolate negro. Echo las persianas, desconecto el teléfono y me acomodo en el sofá frente al ordenador.
Hace tiempo fui una lesbiana joven, orgullosa y ligonceta.
Hace tiempo.
Comienza el homenaje. Doy el primer mordisco.
Play.

De la malsana castidad y la perversión de la amistad

>> 27 feb 2010

Os he mentido. Ya nada más tengo que perder, así que mejor canto. Ha sido una mentira por omisión, pero mentira gorda, de todas maneras.
Os dije que iba al gimnasio, o a los gimnasios, y os dejé creer que era para conservarme en la línea y quizás para hacer amistades, relacionarme, bueno, para lo que va todo el mundo, ¿no?

Cada vez iba menos; cada vez lo necesitaba menos. No, no es que Castos Anónimos me esté robando todo mi tiempo o 'curándome', sino que ya estaba cosechando el esfuerzo empleado y no necesitaba más que darme una vueltecita de vez en cuando.


Ayer a mediodía me acerqué a Chica's Fitness; el otro gimnasio, Hermafrodity Center, es para ambos sexos, así que suelo ir más a aquel.
Entré en el vestuario, después de saludar a mi recepcionista preferida, Irma, que tiene una belleza a lo Queen Latifah que me... ejem, llama la atención. Pero esta vez captó más mi mirada su aspecto: ¿pero qué había sido de su escote? ¡Los escotes de Irma revivirían a una lesbiana moribunda! Su canalillo ruborizaría al delta del Nilo... ¡qué potencia, qué tono, qué lozanía! Cada vez que pasaba junto a su mostrador (el mueble de recepción, no sus tetas), me daban ganas de meter ambas manos en su escote y ver hasta dónde llegaba... Pero vuelvo a soñar, disculpadme, y no hay tiempo ahora.

Irma llevaba un forro polar dos o tres tallas mayores que la suya y en lugar de escote mostraba una bufanda abueliconfeccionada con tres vueltas al cuello y los metros sobrantes amurallando su superdotada pechera. Raro, raro... La saludé desconcertada y entré en el vestuario.
Me gusta ir a mediodía porque todo es más lento. Las chicas se recrean al vestirse y desvestirse y no hay tanta gente, por lo que se respira un cierto ambiente de intimidad. Se habla menos de dietas y estrías y más de sexo. Sí, sexo. Con quien sea, pero sexo.

[Excurso: lo de las estrías lo he usado como remedio moderado en ocasiones. Cuando una chica mona cruzada de líneas blancas y moradas se queja de sus estrías, puedo aprovechar para decirle "pero qué va, no se te nota nada. ¿Dónde dices?, ¿dónde?", a lo que ella responderá dándome acceso a algún muslo rayado, pero muslo al cabo. Tocaré la piel de arriba a abajo, con sutileza, y le diré que qué exagerada, para pasar luego a recomendarle alguna crema y justificar mis atenciones. No lo he hecho demasiadas veces porque me siento algo miserable, pero es que la castidad eónica es muy mala...].

Ayer el ambiente en el vestuario era gélido. Y no solo porque las cuatro coleguillas mías que allí estaban vistieran (¡todas estaban completamente vestidas!) chándales de franela, calentadores, sudaderas anchísimas y pasamontañas. Nadie hablaba. Alguna se contorsionaba en lo que tardé en entender que eran movimientos para ponerse/quitarse la ropa interior sin asomar ni un centímetro de piel. Algo me dijo que no fijara intensamente la vista en ninguna. Supongo que eso me salvó.

-Hola, chicas. ¿Qué pasa hoy aquí? ¿Dónde están Mariana y Rosi? Es su hora, ¿no?
-Hola, Leren-, contestó muy bajito Piluca.
Me extrañó su tono, pero antes de que pudiera preguntarle si estaba afónica, saltó la orden tensa de Ana:
-¡Quieta! ¡Ni se te ocurra!
- ¡Pero si no he hecho nada! -me defendí.
Ni que decir tiene que me temí lo peor. Quizás dos chicas estriadas habían cotejado experiencias o qué se yo, habían advertido lo prolongado de mis miradas hacia según qué músculos, no míos.
- ¡Ni se te ocurra desnudarte!
Intenté una broma:
-Pero, mujer, que no tengo tan mal tipo... ­-pero no las tenía todas conmigo, así que intenté sacar mi voz más normalita- ¿Qué os pasa hoy a todas?
- Nos ven.
-Sí, claro, dios nos ve, ¿y qué?
- Que no están grabando, Leren -me espetó pelín histérica Lola.
- ¿Que qué?- me quedé si más palabras que esa sílaba. Me temblaron las rodillas, se me nubló la vista, me quedé momentáneamente sin respiración, sin lucidez, sin ná.
-¿Que qué? -repetí ante el silencio común, cuando pude recuperarme.
- Dionisio, el de mantenimiento, ha encontrado una cámara y micrófonos en el vestuario.
- Y la dueña se teme que haya más -añadió leña Lola a las palabras de Ana.
- Chicas, no sé qué decir.
Mide cada palabra, Leren, cuídate, me gritaba mi cerebro reptiliano. Me senté en un banquillo, afectadísima.
- Así que ya ves, aquí nos tienes, sin saber qué decir y sin atrevernos a enseñar ni un dedo.
-Llevan dos días peinando cada hueco del gimnasio, buscando aparatos e información. Ya no creemos que tarden mucho en encontrar al culpable.
-¿El?
Maldita sea, la pregunta se me escapó sin pensar.
- ¿Qué pregunta es esa? El, claro, ¿quién va a ser si no, una tía?
- No, no -me repuse enseguida-. Me refiero a que si saben ya quién es, si es el culpable o un culpable.
- Mira que eres rebuscá, Leren. Quien sea, pero que lo pillen ya, que esto es incomodísimo.
-Pues lo mismo ya estamos subidas al youtube... -Lola siempre tan positiva. Menos mal que nadie le hacía mucho caso. Si lo llega a pensar Ana, la inquisidora...
-¿Y por qué no estamos unos días sin venir, hasta que se aclare esto y este lugar sea del todo seguro?
Mi propuesta era sensatísima, pero inoportuna.
- ¿Estás tonta? A mí no me cabe todavía la túnica de nazarena, así que no voy faltar ni un día hasta el Viernes de Dolores, me graben lo que me graben. Total, lo tengo todo precioso...
Bendita Piluca, relajó la tensión y me dio unos segundos para pensar.
- Chicas, pues yo no sé. No vengo preparada, así que mejor me voy.
- Anda ya, yo te dejo el chándal de mi Antonio y entre todas hacemos un corrillo, como en la playa, y te cambias.
Imaginar el olor de su Antonio me dio arcadas, pero conseguí contestar con amabilidad que prefería volver más preparada al día siguiente. Y me despedí con cierta naturalidad de mis queridas compañeras de infortunio. Inverso.


Al salir, he visto a Dionisio inspeccionando un conducto de aire acondicionado, el muy cínico. Al volverse, me ha visto y me ha dedicado una amplia sonrisa. La bilis me ha llegado hasta las cejas. Dionisio no hablará, por la cuenta que le trae. Pero debí tomarme en serio sus amenazas. Si lo hubiera resuelto con transferencias mensuales, como me pidió, no me habría retrasado en el pago de febrero. ¡Estúpida!


Queridas amigas, no sé si volveré a Chica's Fitness. Pero siempre os llevaré conmigo. Grabadas.

Casta lesbiana wordpress

>> 2 dic 2009

Contemplo migrar.
Esta mañana me he mirado: normalita, cuarentona, rechoncha, pelo corto, gafas. No me engaño, el mercado está mal y encajo con la descripción de prototípica lesbiana madura grisácea, la que presenta mayores índices de castas de larga duración.
Tengo que marcar la diferencia y me faltan atributos. He ido a la peluquería, a la masajista (¡a aquella no!), a yoga, a Pilates, a aquagym, a retiros de ayuno, a Corporación Dermopesética, a Lourdes...  Me he dejado el sueldo y las esperanzas.

Pero no abandono. Aún me queda la carta intelectual. He observado que la mayoría de lesbianas fracasadas tienen un blog. Ah, curioso, ¡son todas bloggeras! He mirado mi dominio (sí, solo aquí soy una dominatrix) y, mira por dónde, también es blogspot. Sin embargo, en mi segundo gimnasio (voy a dos porque no me dejan pasar más de cuatro horas al día en el primero) he conocido a una mujer excepcional. Es alta, esbelta, guapa, elegante. No preguntes qué hace en mi gimnasio de barrio: yo tampoco lo sé. La cuestión es que condescendió -¡gracias, dioses misericordiosos!- a tomarse conmigo un zumo de apio y arándanos que llevaba en el bolso mientras yo me jalaba sedienta un menos fashion, pero decente, aquarius. Le debí parecer inofensiva, porque habló con mucha naturalidad, con esa apariencia típica de rica, de estar metiéndote en su privilegiado círculo por unos minutos y que una se cree esos mismos minutos, hasta que el guindo te deposita en el suelo. Pero se me va la olla... debe de ser que me ha venido su olor tras el ejercicio, leve perfume, levísimo y caro sudor, ay... En fin, que charloteando sobre las relaciones e internet, me contó que ella también tenía un blog. Me quedé casi sin aliento ante tal fraternidad que nos convertía en pares en algo. Duró poco. Le pedí la dirección y me dijo que la apuntara si quería, pero que no me iba a interesar: lo usaba para mantenerse en contacto con un grupo de colegas especialistas en las visiones hildebrandinas, empeñados en recoger el testigo de Volmar -adaptado al siglo- con polémicas reediciones performativas. Dijo otras cosas que no entendí bien del todo, pero algo se quedó en mi oído: wordpress. ¡Lo sabía! ¡Esa era la diferencia! La lesbiana trinfadora bitacorina no es blogspotera, sino wordpressera.
He de irme de aquí. Ya.

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