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Perra vida

>> 28 mar 2010

La terraza del bar Curro es un locus amoenus de barrio humilde que atrae a fauna de todo tipo. En las polvorientas mesas al aire libre, abuelos, parados, bomberos, macarras y lesbianas aburridas dormitamos al cálido sol de marzo.  Los gorriones gorjean juguetones, celebrando la primavera. El azahar estalla al fin en los naranjos. La brisa nos acaricia. Se está bien.

Se estaba.

Entre las brumas de la cerveza con la que me he dopado, oigo sonidos curiosos. Hum. Arañazos sobre la acera, gemidos, jadeos, bufidos... Miro y no veo nada. Ya no son sonidos curiosos, son ruidos raros. Plañidos. Gimoteos. Bramidos. No, no, son... son gruñidos, gruñidos perrunos cada vez más fuertes. ¿Qué estará pasando?
De detrás de un árbol, de repente, surge el canela trasero de un perrito, meneándose como arrebatado. Y no está solo. La cosa canina poseída tira y tira hasta que al final del bicho, atrapada entre sus dientes, asoma la cola de su partenaire, una bola peluda blanquinegra.

La orgía sonora ha despertado a todos los parroquianos. Los que no tienen una buena perspectiva aguzan la vista y tuercen el cuello desafiando leyes anatómicas y artrosis, olvidados de edad y dolores gracias al espectáculo. Jodidos animales. Jodida primavera.

- Por dios, qué vergüenza, con los chiquillos aquí...
- Anda, mujer, qué vergüenza ni que na. ¡Mira, mira! ¡Mira lo que le hace! ¡Si parece mi Manolo cuando quiere baile! Qué gracioso, mujer, los animalitos...

Yo no le veo maldita la gracia. Me contengo para no mirar y me recuerdo que yo no estoy a la altura de esta masa voyeur de barrio, faltaría más. Me concentro en recordar la última vez que me salió a pagarle a Hacienda y en medio minuto he conseguido olvidarme un poco de los perros. Habrán terminado muy pronto y dentro de nada estarán penando por su comportamiento, conectados de mala y dolorosa manera. Se lo merecen, por la exhibición de sexo que me están obligando a sufrir.

- Uis, pues no paran. Ya llevan por lo menos media hora, ¿no?
- Tres cuartos.
- Mamá, ¿qué les pasa a esos perros?
- Nada, Raúl, que son muy amigos.

(No sé por qué no le dije eso a mi madre cuando nos pilló a a Menchu y a mí sin bragas a los quince. A los quince minutos de empezar).

- Mamá, ¿por qué se lamen tanto?
- Hijo, es que se están limpiando.
- ¿Limpiando, mamá?
- Que te calles.

No sé por qué no acaban de una vez. Lo veo egoísta, insolidario. Estoy segura de que esos perros saben que hace casi siete años que no conozco mujer. ¿No podrían haber ido a otro barrio a hacer esas cosas? ¿O al otro barrio, mejor?

Y siguen. Ya me extraña. ¿Los chuchos toman viagra? Hace hora y media que esto empezó y siguen los jadeítos, los gemiditos, los gruñiditos complacidos. Un masoquismo extraño me tiene aquí parada, esperando el desenlace. Pero no, he de irme. Ya he sufrido bastante. Ahora ya sé que hasta el último perro sarnoso de mi barrio tiene una vida sexual más intensa que la mía.
Al fin me levanto y, silboteando inocentemente, me dirigo a mi keli por un caminito que me acerca a esos dos.

¿Esos?

¡Esas!

Mierda, mierda, mierda. ¡Son dos perras! A medida que me acerco veo lo sofisticado del erotismo de las guarras perras, y comprendo el origen de tanto gemidito y lo dilatado de la orgía. Sigo andando, cada vez más indignada. Cambian de postura, enloquecidas de lujuria, en un retozo que no parece que vaya a tener un pronto fin. Juraría que entre sus grititos histéricos (¿graznan las perras lesbianas?) sonríen, babosas.

O quizás es paranoia mía.
No sé si sonríen o no, pero sé que van a dejar de hacer eso. Al pasar junto a la pareja, me coloco detrás del árbol que me esconde de la vista de los parroquianos y encajo dos patadas estratégicas.

Me gusta el silencio. 



Disclaimer: en la elaboración de esta entrada, ninguna perra ha sufrido daños. Mecachis.

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Vibrante rabia

>> 20 mar 2010

Estoy indignadísima.
No he escrito antes sobre la tercera sesión del taller “Expresa a tu creadora interior” de Castos Anónimos porque no quería manchar de bilis la blancura inmaculada de mi blog. Pero he de sacar esto de mí ya. Me está envenenando.

Llegué solo quince minutos tarde a la sesión y ya habían comenzado. Qué falta de cortesía, como si la sección local de Castos en Remoria fuera un cantón suizo. Maldita disciplina.

Me senté, agitada por la carrera y la expectación. Jadeaba bajito. Cuando me recompuse, le pregunté qué me había perdido a Rosario, la casta sesentona sentada a mi derecha. No sé si es porque es encajera de bolillos o por su tartamudez o por su ligero alzheimer, pero a los tres minutos de entrecortados susurros le dije que gracias, que ya lo había pillado. Mientras, Severino, nuestro monitor, con camiseta y pantalón de camuflaje de gala (se notaba que era un día especial), impostaba la voz en una soflama sobre el poder transformador de la poesía. Con algo de miedo (Rino tiene un pronto más épico que lírico) conseguí entregarle mi poema-tarea en una pausa que hizo para respirar. Me senté asertiva en la ascética silla y esperé.

Y empezó.

Severino leyó uno tras otro los catorce poemas entregados. El mío, claro, fue el último, así que ni entonación, ni ritmo, ni cadencia, ni emoción alguna... Lo leyó de mala gana, sin voz de siglo de oro ni na. En fin, casi nadie se enteró, ni pimiento que les importaba. Me quedé planchadísima ¿Dónde estaba el silencio sobrecogido por la magna obra? ¿Dónde las loas? ¿Dónde las peticiones de copias firmadas de mi excelente plagio poema “Qué mal ando”?

Empecé a decirme “vanidad de vanidades, todo es vanidad”, pero me jodió citar el Eclesiastés, siquiera mentalmente, así que me mordí el labio y compuse una sonrisa giocondosa cuando Severino dijo que no podíamos comentar todos los poemas, así que analizaríamos el de Susi, por su plástica y precisa expresión de la soledad sonora de la casta.

Susi, emperifollada emperejilada con un kimono para el evento, se levantó presurosa y ocupó el centro de la sala. Nos miró uno a uno (a los catorce), tomó aire y recitó:

Gotas que fluyen.
Agarrado muy fuerte,
vibra el cacharro.


Me puse como loca a contar sílabas, pero eran las canónicas diecisiete. ¡Mierda de sinalefas!, no podía recusar el haiku por defecto de forma... Seguí sonriendo, la boca algo torcida al comparar el engendro lírico de Susi con mis clásicos endecasílabos. Pero no me achanté y señalé suavemente la cacofonía creada por la aliteración de erres en los dos últimos versos. Severino respondió entusiasmado que así era: Susi había sabido onomatopeyizar perfectamente el runrún sempiterno de la trágica soledad del vibrante corazón. Yo no pensaba que lo del cacharro iba por ahí, pero vi que la batalla estaba perdida y me retiré.

Antes de despedirnos, le he pedido a la fluida Susi una copia firmada.
Para el baño.

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Imán esplendoroso

>> 13 mar 2010

Viernes, día de Venus, la diosa del amor. Quizás por eso me encontré ayer este comentario de Anonimotriz al pie de una de mis entradas. No me resisto a reproducirlo:

  • Bueno, Casta, por fin se van las lluvias y ya está aquí la primavera, disponte a disfrutar el fin de las catacumbas y déjate acariciar, serás un imán esplendoroso.
Al leerlo, lo reconozco, me alegré inmensamente.  Fue como si unas manos suaves me liberaran de la casta opresión que todo lo cubre en mi vida. Duró quizás unos segundos, pero creí que por algún milagro estacional podría de nuevo ser follada acariciada por alguna hermosa mujer. Pasado el chute primero, aún permaneció la increíble sensación cálida, luminosa, positiva... Ingenua.

Son ahora las dos y media del sábado. En casa me esperan dos rodajas de merluza descongeladas, pero no me puedo marchar del bar Curro porque esta mujer desconocida -que ya claramente ha pasado de los ochenta- me tiene sentada sin posibilidad de huida, mi mano atenazada entre las verrugas de las suyas, su aliento aguardentoso susurrándome al oído una y otra vez "yo a ti te adoraría, maja", mientras me pregunto aterrorizada de dónde ha salido y en qué mal momento de empática debilidad la dejé compartir mi mesa cuando vine a desayunar a la diez de la mañana. (También me pregunto cómo perdió el ojo izquierdo, pero eso no viene al caso).

Por la caridad entra la peste, decía mi santa madre. Y apestada estoy, porque Lolo, el camarero, hace caso omiso de mis gestos de angustia. No se acerca a menos de tres metros de mi mesa-prisión. ¡No se la lleva! Solo sonríe de medio lado y de vez en cuando me guiña un ojo.

Los minutos de esta horripilante ceremonia de seducción se suceden lentísimos. El terror me tiene paralizada. Yo, casta, estoy atrapada sin redención por una vieja lesbiana borracha más desesperada que yo. Lo creía imposible.

Por caridad, que alguien llame a la policía. Qué digo: ¡a los bomberos, a protección civil! ¡Que me rescaten! ¡Quiero volver a las catacumbas! ¡No quiero imantar más! Tengo mucho miedo...

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Almeja inerte

>> 5 mar 2010

Severino y la SGAE me han hecho creativa.

Llevaba días enloquecida, intentando sacar a mi creadora interior para cumplir con la tarea que nos había ordenado Severino, el monitor lírico. Había leído de todo en internet: revistas literarias, antologías digitales, foros de wannabes, blogs cursis... En mi desesperación llegué a buscar incluso libros de poesía ¡en papel! En vano: la inspiración no venía. De repente, recordé lo de que el genio es 99% perspiration y 1% inspiration y pensé en irme al gimnasio a sudar, pero me paré a tiempo. No me he puesto el chandalito por razones obvias.

Dos horas antes de la sesión de Castos Anónimos, seguía en blanco.  Me temblaban las piernas de pensar en enfrentarme a Rino sin los deberes hechos. Pero, de repente, en mi desenfrenada búsqueda, me topé con la enésima noticia del día sobre la SGAE. Ha sido una experiencia inefable, pero ea, la voy a contar. Sentí cómo se hacía el silencio, mientras una luz cálida y brillantísima caía sobre mí desde el cielo. Oí los cadenciosos acordes de un arpa y la brisa me trajo olor a azahar. "Tate, Leren", me dije, "esto es la inspiración".

Lo era. La asociación de ideas al leer 'SGAE' fue como un reactivo inmediato: ¡a plagiar! Si yo no tenía npi de cómo expresar el dolor infinito, la sobrecogedora angustia, la inmensa tragedia vital de una casta de larga duración en, digamos, tercetos encadenados, recurriría a otros. Pero, ¿cómo hacerlo sin que la SGAE cayera sobre mí? Había visto un soneto ajeno que podía quedar mono para mi taller, pero tenía miedo de que me pillaran...

Me ha llevado una hora, pero he conseguido un listado de los socios de la SGAE. ¡Y el tal Quevedo no está entre ellos! Debe de ser un don nadie. Estoy a salvo. Pues hala, corto, pego y retoco un poquitín y no creo que Severino note nada.

¡A la ducha! Me quedan veinte minutos para llegar a la sede de Castos; tengo que correr si quiero expresar hoy a mi plagiadora interior.



Qué mal ando
by Lerendi Mendi

Miré los muslos de las patas mías,
si un tiempo potentes ya arrugados,
de tan honda castidad to caducados,
bolitas en leotardos; no hay tu tía.

Salime al súper: vi que la Vane cogía
los cubitos de hielo desechados,
en su monte quejosos los ganados
que con canestén frotaba en su agonía.

Entré en mi keli: vi que apolilladas
y ancianas, mis bragas eran despojos,
mi culo más gordo y menos fuerte.

Vencida de la edad sentí mi espalda,
y no hallé hembra en que poner los ojos
que se allegase a mi almeja inerte.

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Severino, el lírico

>> 2 mar 2010

Nos tienen entretenidos.
Estos de Castos Anónimos (ya contaré un día cómo me metí aquí) han montado un tinglado curioso con el pretexto del desarrollo personal. Nos obligan a permanecer apuntados a al menos un taller de la asociación, así que he decidido probar con el de "Expresa a tu creadora interior".

No las tengo todas conmigo, ay. Necesito poder aguantar, porque se me están agotando las opciones después de ser expulsada de "Expresa tus emociones" (la expresión de mi ira no pareció gustarles), "Exprésate con el baile" (insistí en que bailar de lejos no es bailar, pero ni caso) y "Exprésate a través de la cocina" (me indignó que prohibieran el marisco sin argumentos serios).

Pedí organizar yo un taller, "Expresa tus deseos", pero no les ha parecido oportuno, así que me he tenido que meter en esto del rollito creativo, decidida a permanecer esta vez. Y tengo esperanzas: he conseguido no enfrentarme -aún- al tipo que lleva el taller, aunque varias cosas de él me cabrean:
a) Es un tío. Me joden los tíos en posición de poder (leches, ¡soy lesbiana!)
b) Es un salido (vale, como todos aquí, pero me cae mal, ea).
c) Y lo peor: ¿qué es eso de "expresa a tu creadora interior"? ¿Hablo yo a través de ella? ¿Habla ella y me callo yo? ¿Hablamos las dos? ¿Hablo con ella? Estoy confusa, y la culpa la tiene la gramática de este pollo.

Pero ohm.

Mañana es la tercera sesión.
He sobrevivido a la primera, que se nos fue casi enterita en recordar las normas básicas para las reuniones de C.A.: no intercambiar teléfonos, no tocarnos (ni a los demás ni a nosotros), no tener pensamientos lúbricos (o, si se tuvieran, no mostrarlos), no susurrar, no jadear, etc. Así dicho, bastarían cinco minutos para recordar las reglas, pero es decir "no jadear" y la tensión sexual de la sala se eleva hasta lo insoportable, con lo que tenemos que parar inmediatamente y comenzar una sesión de relajación profunda para poder empezar la tarea. Generalmente, con veinte minutos y varias bolsas de hielo podemos continuar, con alguna baja.

He sobrevivido también a la segunda sesión, y eso tiene mucho mérito. No es solo tener que alabar las creaciones de mis compañeros; no entraré en detalles porque realmente sufro al recordar. No es eso, no. Es él.
No sé cómo han puesto a este tipo de monitor en este taller. No parece pintor, ni escritor, ni músico, ni performador de na... sino segurata, sargento o funcionario de prisiones (quemado). Y no son solo su cabeza rapada y sus pantalones de camuflaje. Pero no quiero ser prejuiciosa; debe de ser un diamante en brutísimo.


Ya solo me quedan dos días para entregar mi poema. A ver qué cuernos me invento. Si tan solo no nos hubiera gritado "marchando a escribir una creación lírica, ¡ar!", con lo que me rebela la autoridad...

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