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Vibrante rabia

>> 20 mar 2010

Estoy indignadísima.
No he escrito antes sobre la tercera sesión del taller “Expresa a tu creadora interior” de Castos Anónimos porque no quería manchar de bilis la blancura inmaculada de mi blog. Pero he de sacar esto de mí ya. Me está envenenando.

Llegué solo quince minutos tarde a la sesión y ya habían comenzado. Qué falta de cortesía, como si la sección local de Castos en Remoria fuera un cantón suizo. Maldita disciplina.

Me senté, agitada por la carrera y la expectación. Jadeaba bajito. Cuando me recompuse, le pregunté qué me había perdido a Rosario, la casta sesentona sentada a mi derecha. No sé si es porque es encajera de bolillos o por su tartamudez o por su ligero alzheimer, pero a los tres minutos de entrecortados susurros le dije que gracias, que ya lo había pillado. Mientras, Severino, nuestro monitor, con camiseta y pantalón de camuflaje de gala (se notaba que era un día especial), impostaba la voz en una soflama sobre el poder transformador de la poesía. Con algo de miedo (Rino tiene un pronto más épico que lírico) conseguí entregarle mi poema-tarea en una pausa que hizo para respirar. Me senté asertiva en la ascética silla y esperé.

Y empezó.

Severino leyó uno tras otro los catorce poemas entregados. El mío, claro, fue el último, así que ni entonación, ni ritmo, ni cadencia, ni emoción alguna... Lo leyó de mala gana, sin voz de siglo de oro ni na. En fin, casi nadie se enteró, ni pimiento que les importaba. Me quedé planchadísima ¿Dónde estaba el silencio sobrecogido por la magna obra? ¿Dónde las loas? ¿Dónde las peticiones de copias firmadas de mi excelente plagio poema “Qué mal ando”?

Empecé a decirme “vanidad de vanidades, todo es vanidad”, pero me jodió citar el Eclesiastés, siquiera mentalmente, así que me mordí el labio y compuse una sonrisa giocondosa cuando Severino dijo que no podíamos comentar todos los poemas, así que analizaríamos el de Susi, por su plástica y precisa expresión de la soledad sonora de la casta.

Susi, emperifollada emperejilada con un kimono para el evento, se levantó presurosa y ocupó el centro de la sala. Nos miró uno a uno (a los catorce), tomó aire y recitó:

Gotas que fluyen.
Agarrado muy fuerte,
vibra el cacharro.


Me puse como loca a contar sílabas, pero eran las canónicas diecisiete. ¡Mierda de sinalefas!, no podía recusar el haiku por defecto de forma... Seguí sonriendo, la boca algo torcida al comparar el engendro lírico de Susi con mis clásicos endecasílabos. Pero no me achanté y señalé suavemente la cacofonía creada por la aliteración de erres en los dos últimos versos. Severino respondió entusiasmado que así era: Susi había sabido onomatopeyizar perfectamente el runrún sempiterno de la trágica soledad del vibrante corazón. Yo no pensaba que lo del cacharro iba por ahí, pero vi que la batalla estaba perdida y me retiré.

Antes de despedirnos, le he pedido a la fluida Susi una copia firmada.
Para el baño.

2 comentarios:

Anónimo,  marzo 28, 2010  

Tienes un blog divertido y curioso, con notas humorísticas-reales que hacen sonreir.
Hay veces que se encuentran estas cosas por los mundos perdidos de la red y agradan.
Seguiré leyendote, sino es "tocar la puerta sin permiso".
Un saludo.

Leren marzo 28, 2010  

Gracias por el comentario y la sonrisa, Anónim@. Puedes "tocar la puerta" sin permiso: está siempre abierta :)

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