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Descenso a los infiernos

>> 9 ene 2010

Han callado las conversaciones, los cigarrillos se han detenido a medio camino de la boca, se ha evaporado el vapor del tubo calientaleche, las páginas de los periódicos han quedado entornadas, las cucharillas, en fin, no giran ya en los arañados vasos del bar Curro. He entrado y he detenido la vida.

Recuperados del estupor inicial, los parroquianos simulan normalidad. Un delicado pasillo se abre a mi paso y me conduce a una mesa apartada que se ha desocupado apresuradamente en el atiborrado antro. ¿Milagro?

Asco, más bien.

Ayer lo supe. Lo supe y aullé durante horas.
Sobreviví a una noche terrible. Al alba, ignoré la ducha y el cepillo de dientes, quemé dos libros de Bucay y restregué sus cenizas por mis grasientos cabellos, rasgué mi más oscura bata de boatiné  y bajé pestilente a mi bar de guardia, arrastrándome dolorosa por las calles.

Ahora, en esta mesa que ampara lo que queda de mí, se desgarra mi alma con el pensamiento de la inesperada traición. Estoy sola, sin compañía para la eternidad. Condenada.

Me vuelven sus palabras, tantos años repetidas: "siempre estaremos juntas en esto". ¿Siempre? ¡Maldita sea, si ella solo llevaba dos años de castidad forzosa! ¿Qué es eso en la medida temporal del universo? ¿Cómo ha podido? ¿Cómo ha abandonado el barco, dejándome sola con mi pena? ¿Cómo se ha podido tirar a la alegre divorciada que conoció hace dos meses en el chat de Chueca? ¡Cabrona! Me aseguró que no tenía ninguna posibilidad, que eran solo amigas, que no se gustaban, que seguro que yo, con mis dones (nunca le pedí que especificara), ligaría antes que ella, con sus verrugas peludas.
Y me lo dice por sms. Zorra Maripili.

Ha follado. Ha follado y yo estoy sola ahora. No conozco ninguna otra casta de larga duración. No hay redención para mí. No hay amor, no hay amistad, no hay esperanzas. No hay nada.


No puedo soportar el silencio de Curro's. Cada servilleta del suelo, cada churro pisado me mira con desprecio. Ellos, al menos, tocaron unas manos, unos labios.
Me levanto y el mismo pasillo mágico me lleva hasta la puerta. Puedo ver las miradas de pena y alivio de la miserable clientela, que se sabe por encima de mi desgracia. La humanidad me expulsa de su seno.

Algún día volveré. Me ducharé, me pondré una alegre camisetita de algodón y unos vaquerillos wonderass y arrasaré.

Algún día, sí. En otra vida.

El infierno soy yo.

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