Con la tecnología de Blogger.
© Lerendi Mendi. Todos los derechos reservados.

Casta camelia en el ambulatorio

>> 16 oct 2009

Estoy malita. Ya llevo tres días en casa con gripe X, o lo que sea que me ha provocado el puto masaje. Al principio se estaba bien: mis compañeros trabajantes me parecían unos pringaos y por las mañanas me sentía la reina del mambo (por las tardes, con la subida de la fiebre, me he estado transmutando en una Margarita Gautier light).

A medida que me voy recuperando, esto va dejando de gustarme. Bajo a desayunar al bar Curro con miedo. Antes de salir, asomo la nariz para ver si hay alguien de Pontegood, la mutua sanitaria de mi trabajo, acechando. He guardado varios pañuelos usados, por si vienen a una inspección. Cada poco, abro la puerta del congelador y practico unos minutos de respiración holotrópica, para mantenerme. Cuando consigo voz de Tom Waits resfriao, salgo.

En el bar Curro, desayuno con cara de circunstancias. He visto a mi fan bi-h (y ella a mí...), pero no hago el más mínimo floreo visual, por si la mutua. Tampoco pido el carajillo y la doble con torreznos: no pega con mi estado. Disimulo con una manzanilla y media tostada de mollete amariconao. Me siento triste.
Paso las páginas del periódico con marcada falta de energía. Separo un poco las mandíbulas para que mi cara parezca más consumida (lo macilento me lo curré ante el espejo con una crema blanqueadora). Dejo sobre la mesa la tarjeta sanitaria, a la vista. Pago lenta, me marcho lenta.


En el ambulatorio, mi último club social, el ambiente es animadísimo. Otra vez aquí, ay. El día tiene toda la pinta de ir a ser una mierda. Solo ha habido un amago de redención cuando una veinteañera en la cola ha mirado para los asientos (sí, estoy mayor, me he sentado) y ha detenido un momento su mirada en mí. Halagador. Es gay, indudablemente, con esa pinta moderna-andrógina-fashion-casual que gasta. Y es atractiva: melenaza oscura y tipillo (1,80) femenino y desgarbado. Hacen lesbianas de lo más aparente hoy día. Pena que las hagan tan jóvenes. Me dejan como frígida; me sale ponerles la merienda.

Me dan cita para mediodía, así que de vuelta a casa. Me lo tomo con calma. Al menos, cuando vuelva luego a la consulta de mi médica, no tendré que volver a pasar por lo de:
- ¿Está embarazada?’
- No.
-¿Está segura?
- De lo más.
- ¿Qué anticonceptivos usa?
-No uso.
Silencio incrédulo y mirada expectante
- Es que no tengo relaciones desde hace...—breve parada, suspiro hondo, confesión— siete años.
Silencio espantado y profunda mirada de pena.
Omito mi lesbiandad. No la veo lista.
Firma la baja sin rechistar. Me insiste en que no vuelva hasta que me encuentre bien (¿?). Le pido cita para el ginecólogo y se apresura a dármela; debo de estar en algún grupo de riesgo. Quizá pueda solicitar una pensión no contributiva, como casta crónica mayor de 40 años. O un taller de habilidades socio-sexuales para “paradas” de larga duración. Me voy triste, muy triste.

Dios, si existes, mándame una señal. O quítame ya esta gripe rara, que mi amiga Martina me ha dicho que mañana hay una reunión de pibas lesboecologistas fraternales de lo más molón, donde hasta la más desahuciada (léase, yo) podría ver la luz.
Ah, he decidido hacerme vegetariana. Por convicción, claro.

0 comentarios:

Publicar un comentario

  © Blogger template Simple n' Sweet by Ourblogtemplates.com 2009

Back to TOP