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Del deseo y los altramuces en el bar Curro

>> 11 oct 2009

Al bar Curro no se va de pesca. El café está bueno, atienden rápido y no se meten en tus asuntos, lo que está muy bien para una lesbiana que no puede alardear de haber dejado al marido y los churumbeles en casita para poder leer a gusto el periódico en un bareto de barrio.
El bar Curro no suele deparar alegrías inesperadas. No es un lugar en el que descubrir la vida o descubrírsela a otros. No se ven poetas pergeñando versos, ni filósofos ordenando el mundo, ni adolescentes floreciendo, ni ná. Si alguien tiene un boli en la mano, dite que está haciendo una quiniela. No sé cuántos trankimazines me han ahorrado a lo largo de estos años su calma chicha y su aire viciado. Sus servilletas tiradas por el suelo me confirman que al menos en el bar Curro la vida sigue como siempre: guarra, hecha un asco.
Ese es mi Curro, mi fiable bar Curro.

Entro de buena mañana, agilipollada y arisca, no vaya a ser que me hablen. Me apropio de una mesa esquinada y dispongo café, tostada, agua, periódico y servilletero. Carajo, se me han olvidado los antibióticos. Bah, mejor: así no rompo mi imagen de mujer sana y no tengo que ponerme a explicar qué me pasa (no, no es blenorragia; ya me curé). Instalada, miro alrededor. Ahí está, de nuevo. En diagonal, una pareja ya desayunada contempla a los otros. Y ella me contempla a mí. No es la primera vez que la veo, pero ya ha abandonado la mirada casual. Se le ve el interés. No, no es fea. Es madura (¿de dónde salen tantas?), tiene el pelo corto y mira viendo. Si no tuviera siempre a ese hombre a su lado, diría que es lesbiana. La asigné a la categoría bi-h hace tiempo, esa conformada por lesbianas atrapadas en relaciones hetero que te miran como si vieran la libertad paseándose en vaqueros.

Somos por los otros. Una mujer deseable e inalcanzable me convertiría en una paria rijosa de barrio. Esta bi-h atrapada y deseante borra mi castidad y me transforma en objeto sexual redentor. Hummm.
Cuando mi mirada se cruza con la suya, la vacío. Su necesidad es mayor que la mía. Siempre habrá quien quiera comerse las cortezas de tus altramuces, me digo, y me marcho ufana del bar, tentada de dejarle el desayuno pagado por el favor.

2 comentarios:

Anónimo,  octubre 15, 2009  

Tendrás que darme la dirección de ese bar... Puede que pongan bocadillos de jamón...

Jari

Leren octubre 15, 2009  

Ponen de todo, menos rollitos de primavera.

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